El Barranco la Vieja

Este barranco se encuentra cerca del cortijo de la Zuela y discurre paralelo al Barranco el Almirez. Si nos preguntamos ¿Por qué tiene ese nombre? Aquí hay una posible respuesta.

Hace ya bastantes años, a los niños pequeños se les contaba que en ese barranco vivía un ser fantástico con apariencia de anciana y al que sólo podían ver ellos. Por ese motivo al barranco se le conoce como: "El Barranco la vieja" pero de una forma cariñosa, porque esa señora se dedicaba a la protección de la montaña y de todos sus moradores: animales, plantas y personas (carboneros, leñadores, manojeros, pastores,...) que trabajaban en ella. La anciana velaba por la seguridad y el bienestar de todos ellos, llegando incluso en algunos casos a una ayuda más tangible. Se decía de ella que vivía en cuevas, en oquedades del terreno, o en chozos hechos con troncos,... Es fácil suponer también que este personaje está relacionado e incluso que es el mismo que aparece en el relato “La cueva de la Zuela” lugar cercano a este barranco.

Por aquel entonces, era habitual que las personas que tenían estas profesiones, cuando regresaban a casa después de sus quehaceres diarios en la sierra, mostraran a sus hijos las alforjas, talegas o zurrones con alguna sorpresa que habían conseguido ese día (cerezas, maguillas, almendras, un conejo, aves,…) y que por supuesto hacía las delicias de los pequeños, sobre todo si la economía doméstica no era demasiado boyante. Por desgracia, algo bastante habitual para más de una familia en aquellos tiempos. Muchos padres contaban a los niños que La Vieja del barranco les había ayudado a conseguir aquellas cosas y que esa señora se preocupaba mucho por ellos. 

Se cuenta también que en ocasiones cuando alguno de estos trabajadores había ido acompañado por uno de sus hijos pequeños a ese barranco, "sobre todo con alguno al que le gustaba la montaña y que disfrutaba con el contacto directo de la naturaleza"mientras el padre se dedicaba a su trabajo, los niños se separaban un poco de ellos para jugar o simplemente para descubrir cosas nuevas en la montaña y era entonces cuando se les aparecía este ser con apariencia de señora mayor, de cara risueña y aire bonachón, que les transmitía confianza y con la que no tardaban en hacer buenas migas. La señora los acogía en su regazo como una abuela hace con sus nietos y hablaba con ellos de todo lo que les interesaba a los chicos. De esta forma se enteraba de cómo iban las cosas en casa, de sus preocupaciones y de si tenían hambre. Si descubría que era así, iba a un chaparro cercano que tenía un gran hueco en su tronco y de él sacaba pan, queso o alguna otra cosa que daba al niño para que comiese. Después enseñaba a los niños el camino de vuelta para que pudieran reunirse con su padre y en muchas ocasiones les decía lo siguiente: “Dile a tu padre que cuando no tenga nada que darte para comer, al llegar por la mañana deje su talega en el hueco de aquel chaparro y que la recoja por la tarde antes de marcharse”.

Y cuando el padre recogía la talega encontraba que ésta contenía pan, queso, conejos, aves e incluso algún corderito, pero si alguno de aquellos hombres ponía la talega sin tener una necesidad real o simplemente porque era un poco perezoso y no hacía todo lo posible por su familia perdía la talega y nunca más encontraba el camino a aquel chaparro.

Trigo por Oro.

Otra de las historias que recuerdo hace referencia a un molino ya desaparecido hace muchos años. Se trata del molino “El Tío Bueno” ( entend...