La Fuente de los Tres Caños.

En el Barranco Fraguas encontramos una fuente que por lo general se seca en verano, algo bastante normal en la zona, sobre todo cuando estos son largos y secos. Pero lo que en este caso llama la atención es su nombre: La fuente de los tres caños. Muchos son los que se han preguntado del por qué de este nombre y una de las respuestas que se dan es la siguiente:

Hace ya muchos, muchos años, cuando en el barranco aún se trabajaba en las fraguas a las que debe su nombre, había herreros que tenían el favor de la clientela y vivían muy bien, otros a los que no les faltaba el trabajo y vivían cómodamente y otros a los que no les iba tan bien y tenían que ir trampeando un día sí y el otro también para no pasarlo mal.

El protagonista de esta historia pertenecía a este último grupo, y en más de una ocasión el oficio no le daba lo suficiente para mantener en condiciones a su familia. Al no tener a nadie trabajando con él en la fragua todo el trabajo debía hacerlo él solo o con la ayuda de su mujer. 

Pero todo cambió un día que se encontraba en el barranco haciendo leña para alimentar la fragua. Al cortar un chaparro y caer éste al suelo le pareció oír un quejido como cuando alguien se encuentra muy mal, pero como estaba solo no le dio mayor importancia y siguió con su tarea, hasta que al cabo de un momento volvió a escuchar el mismo lamento. Entonces dejó lo que estaba haciendo y comenzó a mirar por los alrededores por si había alguien más por allí cerca y necesitase su ayuda. Como no veía a nadie, dio voces, preguntando si había alguien que necesitase su ayuda, tampoco recibió respuesta, así que volvió a coger su hacha y se dirigió al chaparro para comenzar a hacer ripios. Fue entonces cuando volvió a oír de una forma más nítida aquella vocecita que pedía ayuda, se quedó quieto y muy atento para entender qué ocurría y fue en aquel momento cuando escuchó el mensaje completo.

-“¡Ayúdame!, aquí, bajo el chaparro, al lado de esa piedra grande”. Sin dar mucho crédito a lo que oía el hombre se acercó al lugar que le indicaban y después de mirar fijamente, vio a un hombrecillo de no más de cuarenta centímetros de alto vestido de forma extraña que estaba atrapado en un pequeño hueco entre el tronco y la piedra.

El herrero se quedó atónito, sin reaccionar. El extraño ser le dijo entonces: -“No temas, no puedo hacerte daño, soy un duende del bosque, y si me ayudas, yo también te ayudaré a ti cuando lo necesites”. El herrero levantó el tronco del árbol y el duende pudo salir sin dificultad. Después de sacudirse el polvo de la ropa, el duende subió a la parte más alta de la piedra y desde allí le dijo: “Ahora me toca a mí", dime: ¿Qué necesitas con más urgencia?

Sin pensarlo mucho el herrero recordó sus penurias diarias y dijo: “Sobre todo, leche para mis hijos, aceite para mi mujer y un poco de vino para mí”. El duende le contestó: -“Como no has sido avaricioso y no has pedido oro ni riquezas, te concedo tu deseo y haré que se cumpla siempre que lo necesites tú, o alguno de tus hijos cuando ya no estés”. Y acto seguido con una especie de raíz que tenía en la mano tocó la piedra en la que estaba y al instante bajo la misma apareció una fuente con tres caños.

Para acabar, el duende dijo al herrero: “por cada uno de los caños que tiene esta fuente, para ti saldrá una de las cosas que has pedido “leche, aceite, vino" sólo tendrás que venir aquí tocar la piedra con la mano derecha y decir: “Nublero, cumple tu promesa y dame: aceite, leche, vino" y por el caño correspondiente saldrá aquello que hayas pedido. Al acabar sólo tendrás que decir: -“Gracias Nublero” y la fuente volverá a manar agua. Sólo hay una condición que tendrás que cumplir siempre: -“No podrás revelar jamás, a nadie, este secreto. En el momento que lo hagas, mi promesa finalizará y por la fuente sólo saldrá agua”. Después de darle este aviso el duende desapareció.

El herrero no se acababa de creer del todo lo que le había dicho el duende, pero por si acaso, al día siguiente en el burro se trajo también tres cantarillas para comprobarlo. Llegó a la fuente, puso una cantarilla en cada uno de los caños, la mano derecha en la piedra y dijo: “Nublero, cumple tu promesa y dame: aceite, leche, vino”. Por los caños dejó de salir agua y comenzó a manar lo que había pedido, cuando las vasijas estuvieron llenas volvió a poner la mano en la piedra y dijo: -“Gracias Nublero” y de nuevo volvió a salir agua por todos los caños. El herrero hizo uso de la fuente durante muchos años y siguiendo la advertencia del duende nunca reveló su secreto a nadie, ni siquiera a su mujer y eso que en muchas, muchas ocasiones había intentado sonsacarle de dónde traía aquellas cántaras siempre llenas y con productos de la mejor calidad.

Pero como suele ocurrir siempre en estos casos, una noche en la que el herrero bebía y jugaba a las cartas con sus vecinos, estos comenzaron a presumir, unos de una cosa, otros de otra y el único que no tenía nada de qué presumir era él y viendo que se reían de su poca fortuna, olvidó la advertencia del duende y les dijo que él tenía algo que ellos jamás podrían tener y les relató su acuerdo con el duende. Para convencerlos de que lo que contaba era verdad les llevó a la fuente e intentó que manase vino por uno de sus caños pero por mucho que lo intentó sólo salió agua. Sus vecinos se fueron tratándolo de presuntuoso y borrachín. Él se quedó sólo y sin la valiosa ayuda que hasta entonces le había prestado el duende.

Pasado un rato en el que el herrero tuvo tiempo para arrepentirse de haber sido orgulloso, sobre la misma piedra apareció Nublero y le dijo: "Por no haber respetado mi advertencia, quedo libre de la promesa que te hice y a partir de este momento por la fuente sólo saldrá agua y no en todas las épocas del año".

Al pobre herrero solo le quedó lamentarse y trabajar mucho más de lo que lo había hecho hasta ese momento.

Trigo por Oro.

Otra de las historias que recuerdo hace referencia a un molino ya desaparecido hace muchos años. Se trata del molino “El Tío Bueno” ( entend...