La Cueva de la Zuela

Hace ya muchos años, cerca de donde hoy se encuentra el cortijo de la Zuela ocurrió algo sorprendente:

Un día en que un manojero (De entre los muchos que por entonces había en el pueblo) pasaba con su burro cargado de manojos cerca de la fuente que hay allí, vio extrañado que una señora mayor llevaba a la espalda un haz de leña tan grande y pesado que apenas la dejaba caminar. Al verla de aquella manera, el buen hombre ató el burro a una mata, se acercó hasta la anciana y le pidió que dejase la leña en el suelo, que él llevaría esa carga tan pesada hasta su casa. La anciana se quedó un poco sorprendida pero accedió a lo que el desconocido le pedía y lo condujo lentamente hasta su choza-cueva. Cuando el manojero hubo dejado el haz en la leñera, la anciana en agradecimiento, le dio un poco de carbón mineral, diciéndole que era lo más valioso que tenía. Y antes de dejarle marchar le advirtió varias veces que lo guardase como un tesoro, porque estaba totalmente segura que le sería muy útil, aunque a simple vista no lo pareciese.

El manojero por no despreciar lo que tan amablemente le ofrecía aquella anciana, cogió la piedra, se la guardó en el bolsillo de la pelliza y salió de la choza. Fue en busca de su burro lo desató y continuó tranquilamente su camino, pues, aún tenía que llegar a Guadix y vender allí la carga de manojos que era de lo que vivían él, su mujer y sus hijos.

Cuando bien entrada ya la noche el pobre hombre llegó a su casa, tenía frío y estaba cansado de todo un largo día de trabajo, se sentó en una silla frente a la lumbre y mientras se calentaba un poco, metió las manos en los bolsillos y al tocar algo duro recordó que al despedirse de él, la anciana de la Zuela le había regalado un trozo de carbón, lo sacó del bolsillo con la intención de arrojarlo al fuego, pero cuál no sería su sorpresa cuando al mirar la piedra, ésta ya no tenía el color negro del carbón, sino que ahora era dorada como si de una enorme pepita de oro se tratase.

El hombre no dijo nada a nadie, con la ayuda de un martillo rompió un trocito de la piedra y guardó el resto en un lugar seguro y secreto en su casa. Al día siguiente volvió a Guadix y cuando acabó su trabajo se acercó a una joyería y pidió al dueño (al que conocía porque le vendía manojos con bastante regularidad) que analizase el trocito de piedra que llevaba.

El joyero le confirmó que se trataba de oro, y de gran pureza además. El manojero volvió al pueblo y muy poco a poco (y en secreto) fue cortando trocitos a la piedra que al cambiarlos por dinero le permitieron: comprar un mulo más fuerte y joven que el burro que tenía hasta entonces, pagar sus deudas, adquirir ropa nueva para él, su mujer y sus hijos. En definitiva, pudo vivir más desahogadamente de lo que hasta entonces había hecho.

Pasó otras muchas veces por el lugar donde había encontrado a la anciana para agradecerle lo que había hecho por él, pero le fue imposible, jamás volvió a verla y nunca más supo de ella.

Pero cuando pasaba por la Zuela, cerca de aquella cueva, tenía la sensación de que alguien lo observaba y curiosamente, siempre le apetecía cantar una antigua cancioncilla que comenzaba así:


¡Hay! Adelfina,
¡Hada buena!
Que vives en tu cueva
Siempre tranquila,
Cuando paso por la Zuela …



Trigo por Oro.

Otra de las historias que recuerdo hace referencia a un molino ya desaparecido hace muchos años. Se trata del molino “El Tío Bueno” ( entend...