Un Tesoro en la Calle.

Era la época de la modernización del pueblo. Abrían zanjas en todas las calles para instalar la canalización del agua potable, ampliar el alcantarillado y los desagües.

Era un momento de bonanza económica y progreso para la población, todos aquellos que estaban en paro tuvieron la oportunidad de trabajar en esa infraestructura que beneficiaba a todos los habitantes del pueblo. Para realizar los trabajos más duros de una forma fácil y mucho más rápida, la empresa encargada de realizar las obras había traído también una retroexcavadora.

Y es en ese momento cuando comienza esta historia: Uno de aquellos días en que la máquina trabajaba en una zona de risca de la calle San Roque el maquinista notó que de repente la pala tenía menos resistencia y que levantaba lo que parecía una losa de piedra a modo de tapadera más o menos redonda. Así que decidió parar el motor y bajar a la zanja para comprobar qué había debajo de aquella tapadera. 

Cuando el maquinista paró la retroexcavadora, uno de los trabajadores de a pie fue a ver qué pasaba por si era preciso ayudar manualmente como había hecho en tantas otras ocasiones. Pero este lo detuvo y le dijo que no necesitaba su ayuda, que se trataba de un simple problema mecánico y que él mismo lo resolvería. Que mientras tanto, con la cuadrilla que lo acompañaba fueran 15 metros más atrás y que ayudasen allí en lo que estaban haciendo. El grupo se alejó para hacer lo que le habían encomendado sin darle más importancia al incidente. Pues era bastante habitual que por una razón o por otra la máquina parase y estuviese un buen rato, incluso horas sin volver a ponerse en marcha.

Cuando los obreros estuvieron lo suficientemente lejos y después de comprobar detenidamente que nadie ponía atención a lo que hacía, el maquinista bajó a la zanja, levantó un poco la losa que había movido con la máquina para comprobar qué había debajo y, "su sorpresa fue mayúscula al comprobar que allí había algo muy valioso".

El hombre pensó con rapidez, mantuvo la calma en todo momento y continuó observando todo lo que envolvía a aquel hallazgo, estudió minuciosamente la situación y lo que debía hacer para extraer aquel objeto sin problemas. Una vez que todo lo tuvo claro continuó un rato más simulando que apretaba algún tornillo de la pala. Después salió de la zanja, puso la máquina en marcha y aparentemente siguió trabajando con total normalidad. Y digo aparentemente porque en realidad lo que hizo aquella tarde fue remover todo lo que aprisionaba al objeto que encontró, dejándolo suelto para poder sacarlo con facilidad cuando nadie pudiese verlo.

Antes de acabar la jornada, con la misma pala cubrió con un poco de tierra lo que había encontrado de forma que si por casualidad alguien se paraba a mirar las obras no pudiese notar nada diferente en aquel tramo. Al acabar la jornada se despidió de los compañeros como cada día y se fue a su pueblo ya que no era de Lugros y tampoco vivía allí.

Una vez en su casa preparó todo lo que necesitaba para sacar aquel objeto y lo guardó en su coche. Bien entrada ya la noche, subió de nuevo al pueblo y después de cerciorarse de que no había nadie por las calles, él y otra persona que le acompañaba se dirigieron al lugar del hallazgo. Quitaron la tierra que lo cubría, después la tapadera y ante sus ojos apareció una gran olla repleta de riquezas. Con ayuda de unas poleas la sacaron, la colocaron en una carretilla de la misma obra y se marcharon tranquilamente hasta su coche donde la descargaron.

Al día siguiente, cuando todos comenzaron a trabajar pudieron comprobar que justo delante de la máquina había un gran agujero de más de un metro diámetro por 1,5 metros de alto todo recubierto de carbón y con la forma perfecta de una gran "olla o pequeña tinaja" que hasta ese momento había permanecido enterrada.

Como era de esperar se armó un gran revuelo. Los vecinos comenzaron a salir de sus casas y los más cercanos al lugar comentaban que la noche anterior habían oído algún ruido e incluso alguien dijo que había visto como luces de linternas pero nadie le dio importancia.

Todos esperaban con ansiedad la llegada del maquinista de la retroexcavadora, pero ni ese, ni ningún otro día volvió por el pueblo. Curiosamente también abandonó su pueblo y solo años después, hubo rumores de que alguien lo había visto por Granada bien trajeado y conduciendo coches de lujo.

En el pueblo sólo quedó el testigo mudo de la máquina y la incerteza de lo que habría dentro de aquel círculo perfecto. La realidad es que se trata de un trozo de nuestra historia con sabor a carbón.


El Herrerillo.

En la historia de nuestro pueblo se cuenta que Lugros era conocido como un lugar de buenos herreros, allí se trabajaba el hierro de forma artesanal y a conciencia.

Una prueba de ello son los muchos lugares que aún hoy conservan nombres de construcciones en las que se trabajaba el hierro. Así por ejemplo encontramos: La herrería, El Barranco Fraguas, La loma el Moquillo, El Almirecero (martinete), ... 

También hay algún relato que lo corrobora: como el que cuenta que uno de aquellos herreros hacía unas forjas tan bonitas y ornadas que era conocido en toda la comarca, e incluso en otras vecinas. Tanto era así que sus hierros y buenos oficios eran solicitados en todas partes. Hasta tal punto creció su fama que un día llegó un emisario del mismísimo rey de Granada reclamando su presencia en palacio.

Al Herrerillo que era como todo el mundo lo conocía no le hacía ninguna gracia tener que marcharse del pueblo ni siquiera para ir al palacio del rey, pero como podéis imaginar en aquellos tiempos nadie podía oponerse a la voluntad del rey y menos un simple herrero, así que muy a su pesar tuvo que ir a Granada.

Allí el rey le encargó forjar las rejas para las ventanas de las habitaciones que guardaban el harén. Las rejas además de ser robustas tenían que ser hermosas y he aquí que el herrero las hizo tan fuertes y hermosas como las montañas de su pueblo y las de Sierra Nevada que cada día veía desde su taller.

Cuando el rey vio las rejas en las ventanas quedó tan satisfecho que recompensó generosamente el trabajo del herrero y aún más, le dijo que si quería algún capricho aquel era el momento de pedirlo y el herrerillo sin dudarlo un segundo deseó que le diese por esposa a Zaida, (una de las esclavas de palacio, de la que se había enamorado durante su estancia en Granada). El rey, al que no le gustaba nada desprenderse de sus esclavas cumplió su palabra y se la dio por esposa, pero con la prohibición a ambos de volver al reino de Granada mientras él viviese. 
El herrero no lo pensó ni por un momento, aceptó lo que le proponía el rey y decidió que recorrería otros reinos con su amada. Viajó por muchos lugares, pueblos, ciudades y de tanto en tanto trabajaba haciendo forjas y hermosos trabajos en hierro. Y como había hecho siempre, firmaba sus obras colocando en una de las esquinas inferiores un adorno que según decía era importante para él.

Cuando supo que el rey había muerto volvió con su familia al pueblo, a su casa y a su fragua, que ya nunca abandonó y aunque decían que tenía muchas riquezas nunca hizo alarde de ellas.

El Pastor y el Lagarto.

Un pastor del pueblo contaba esta historia:

En verano cada día de madrugada salía del cortijo a pastorear con su rebaño de cabras por el monte. A mediodía, cuando el sol estaba ya bien alto buscaba la sombra de un gran peñón y a su cobijo, de la zamarra sacaba un poco de pan, queso, jamón, chorizo,... y comía tranquilamente. Al acabar, apoyaba la espalda en la piedra e intentaba descansar unos minutos, pero siempre con los ojos entreabiertos primero para no perder de vista a las cabras y segundo porque había observado que desde los primeros días un gran lagarto verde, puntual como un reloj iba a rebuscar las migajas que de forma más o menos deliberada el pastor dejaba día tras día para el animal.

Astutamente cada día las dejaba más próximas a él porque tenía la intención de lograr que el animal se acercase lo suficiente para poder tocarlo e incluso que perdiese el miedo a estar a su lado cuando él estuviese despierto. Pero uno de aquellos mediodías, tal vez por el calor o por el cansancio acumulado de tantos y tantos días de dormir poco y trabajar mucho el pastor se quedó traspuesto. Mientras dormía, entre sueños notaba como que alguien le tocaba o mordía suavemente la oreja izquierda y al despertar sorprendido vio a un enorme lagarto sobre su hombro izquierdo. La reacción instintiva le hizo dar un salto y quitárselo de encima.

Al instante animal y pastor quedaron separados varios metros pero ninguno de los dos ni animal, ni hombre, huyó del todo. El pastor recuperado ya del susto y mucho más tranquilo, por si acaso se previno con la garrota en la mano y con gran sorpresa, comprobó que quien lo había despertado de aquella manera era su lagarto, el mismo del que él quería hacerse amigo y que con desconfianza miraba hacia otra parte sin saber si huir o quedarse.

Y en ese instante ocurrió algo que dejó más atónito aún al pastor: De detrás del lugar donde él dormía apareció una gran serpiente que se abalanzó sobre el lagarto, éste se defendió y comenzó una gran lucha entre ambos animales. El pastor, que iba de susto en susto, después de una momentánea indecisión se enzarzó también en la pelea y con su garrota intentaba dar a la serpiente para que se alejase de allí y no hiciese daño a aquel animal al que ya consideraba su amigo y salvador. Al final la serpiente cedió en su empeño y huyó entre los matorrales.

Desde aquel día el pastor nunca más volvió a comer en aquel lugar por miedo a la serpiente y a que volviera a repetirse lo sucedido durante aquella pequeña siesta. Pero también desde aquel día el pastor nunca dejó de pasar por el lugar donde vivía “su amigo el lagarto” ya que para él y su familia aquel animal le había salvado la vida avisándole del peligro que representaba la serpiente le dejaba algo de comer e incluso si tenía algo de tiempo esperaba a que saliese para decirle algunas palabras a modo de saludo porque el pastor estaba convencido de que el animal lo entendía y que además le gustaba que le dijera alguna cosa.

Desde entonces para él, para sus hijos y sus descendientes ese lugar es conocido como el peñón del lagarto.



Trigo por Oro.

Otra de las historias que recuerdo hace referencia a un molino ya desaparecido hace muchos años. Se trata del molino “El Tío Bueno” ( entend...