El Peñón del Toro

Desde siempre ha sido tradición en el pueblo ir al Cerro Cobo por San Antón, San Blas y la Candelaria para hacer el chisco con bolinas o tomillos.

También era una costumbre que al pasar cerca de un solitario y enorme peñón que hay en la falda sur del cerro te dijeran: “Ése es el peñón del Toro” y si preguntabas: ¿Por qué tiene ese nombre?, te contaban la siguiente historia: 

Hace mucho, mucho tiempo, (después de perder la guerra con los Reyes Católicos) los árabes tuvieron que marcharse de estas tierras abandonando casi todo lo que tenían. Pero antes de marcharse y ante la evidencia de que le era imposible de llevarse todo lo que tenía, (incluidas las joyas y el oro). Una de aquellas personas decidió esconderlas en un cerro de su propiedad que estaba cercano al pueblo, con la esperanza de que algún día no muy lejano pudiese volver a buscarlas.

Desafortunadamente para él, nada sucedió como esperaba y en lugar de volver al pueblo tuvo que viajar al norte de África para conservar su vida y su fe. 

Pasaron muchos años y ya anciano, ante la certeza de que nunca podría volver a buscar su tesoro, llamó a su hijo mayor y antes de morir le dijo: Recuerda siempre las siguientes palabras porque son muy importantes "Enfrente del toro está el tesoro”. Y viendo que su hijo no entendía lo que intentaba decirle añadió: “¿Recuerdas el pueblo donde vivíamos antes de venir a esta tierra?”. El hijo respondió afirmativamente y entonces el padre continuó con su relato. Pues bien,  en una de las montañas que hay en aquel pueblecito, concretamente la que tiene por nombre El Cerro Cobo, y en un lugar bastante conocido del mismo, “El peñón del toro”,  escondí un cofre con suficiente oro y joyas para que tú y tus hijos viváis sin dificultades el resto de vuestras vidas. Te pido que cuando puedas vayas a recuperar lo que pertenece a tu familia.

El hijo no dio demasiada importancia a lo que le pedía su padre pensando que eran divagaciones de alguien que tenía muchos años y la mente poco clara. No obstante sí que lo comentó con más de un amigo en el convencimiento de que no dejaba de ser una locura más de las muchas que tenía su padre.

El caso es que aunque nadie le daba mucha credibilidad al relato, tampoco lo olvidaron y la historia fue pasando de padres a hijos durante años y años (pasaron siglos) hasta que el relato volvió a España y también al pueblo. Desde ese momento, todo aquel que le daba crédito (y más o menos a escondidas) pasaba por el cerro y también por el pueblo buscando cualquier indicio que les permitiese dar con aquel tesoro escondido.

Pero todo fue inútil, pasaron años y años sin que nadie encontrase nunca el más mínimo signo de las riquezas que aquel hombre había enterrado hacía cientos de años antes, al marcharse a África. También en el pasado siglo fueron muchas las personas que vinieron a buscar el tesoro. Primero buscaron el peñón, después cavaron aquí y allá, y volvieron a cavar más profundo, siempre enfrente del peñón y siempre con el mismo resultado, todo era inútil, nadie encontraba nada, ni tan siquiera una mísera moneda para consolarse. Pero un día y por casualidad, un joven estudiante encontró lo que tantos otros no habían conseguido.

Sucedió así: el joven llevaba varios días haciendo hoyos sin obtener resultado positivo alguno. Cansado como estaba de cavar y cavar decidió descansar un rato y se le ocurrió hacerlo con una perspectiva diferente a la que había estado utilizando hasta ese momento. Desde el primer día siempre se había colocado enfrente del peñón y desplazándose: arriba, abajo, izquierda o derecha buscaba la mejor alineación posible con la cabeza del toro. Pero pensó: y si me siento en el peñón, "en la cabeza", y desde allí busco la mejor localización posible. Dicho y hecho, cruzó el barranco, subió al peñón y fue a sentarse exactamente sobre la parte que representa la cabeza del animal. Llevaba en la mano un pico pequeño y mientras que con la vista buscaba la posible ubicación del tesoro, maquinal e involuntariamente con el pico daba golpecitos en la piedra y de repente, algo le llamó la atención, tanto, que dejó de buscar lejos del peñón. Ahora con toda su atención puesta en lo que hacía, repitió lo que hasta ese momento había hecho de forma mecánica, comenzó a dar golpecitos con el pico como hacía antes y sí, en una zona concreta de la roca el repiqueteo era diferente. Para cerciorarse golpeó con el pico en otras zonas del peñón, pero sólo en aquel punto el sonido era diferente. Repitió por tercera vez aquellos golpes y comprobó que la diferencia era real, no una ilusión suya.

Cuando estuvo totalmente seguro de que al picar en aquel punto concreto de la roca, esta sonaba a hueco, cogió el pico con las dos manos y golpeó con mucha más fuerza.

La piedra se partió con el golpe y dejó a la vista un hueco hecho en la roca y dentro del mismo un cofre. Después de sacarlo con cuidado por si se rompía, forzó la cerradura y al abrir la tapa, comprobó que guardaba un magnífico tesoro. Aquel, que tantos otros habían buscado desde hacía mucho tiempo.

Y es que como había dicho aquel padre a su hijo:

"EN FRENTE Del TORO ESTÁ EL TESORO", (en la frente).

No como todos lo habían interpretado  “enfrente del toro”. Una diferencia pequeña, pero que fue suficiente para hacer rico a aquel joven.

Trigo por Oro.

Otra de las historias que recuerdo hace referencia a un molino ya desaparecido hace muchos años. Se trata del molino “El Tío Bueno” ( entend...